Tiempo estimado de lectura: 1 minuto
Muchos profesionales de la formación nos planteamos de manera reiterada preguntas acerca del futuro nos depara la educación en los próximos años, de las tecnologías que se usarán, de las herramientas que tendrán un mayor impacto, de cuál es la mejor forma de evaluar, con qué aproximación metodológica, etc. Cuestiones todas ellas que no tienen una fácil respuesta sobre todo porque bajo el término formación se esconden distintas realidades. Permíteme que me apoye en un símil ecuestre para aclarar esta afirmación. Cuando hablamos de caballos todos tenemos una representación mental del animal pero somos conscientes de que hay muchas variantes. Desde el caballo percherón que se usa en las labores propias del campo, hasta caballos de carreras, pasando por otros animales que se usan únicamente para pasear. Su diferente morfología los hace aconsejables para unas tareas y no para otras. Incluso hay animales con un carácter más nervioso frente a otros que son tranquilos y dóciles. Y si hablamos de pelaje, los podemos encontrar en una gran variedad de colores. Coincidiremos por tanto en que a cada jinete y a cada actividad le funciona un tipo de caballo distinto.
La diversidad de situaciones y necesidades que presentan los alumnos plantea constantemente nuevos retos al sector de la educación. En este sentido, las nuevas tecnologías han permitido diversificar de manera evidente los planteamientos pedagógicos y las herramientas educativas. El resultado es que ante un mismo objetivo (facilitar el aprendizaje de los alumnos), los caminos que pueden recorrerse son distintos. Veamos algunos de los factores que pueden incidir:
- Edad. La franja de edad de los alumnos pone en juego unos determinados hábitos de relación y de comunicación que debemos tener presentes. Esta reflexión nos llevaría a reconocer que los entornos de aprendizaje diseñados para niños deben tener características diferentes que en el caso de jóvenes o adultos.
- Motivación. En pocas palabras podríamos decir que es la energía motriz que nos impulsa a aprender. Tal es su importancia que el diseño del entorno formativo debe incorporar elementos que cubran dicho aspecto (al menos que no provoquen desmotivación). En este sentido, la gamificación de estos espacios de aprendizaje puede ser una interesante aproximación (puedes ampliar información aquí y aquí).
- Recursos tecnológicos. El número y tipología de dispositivos que manejan las personas puede ser muy variable. Dependerá del nivel socioeconómico, de la franja de edad, de la zona geográfica (hay zonas con nula o baja conectividad a Internet), etc. Por tanto, teniendo claro que el objetivo es democratizar la formación, el colectivo de personas al que vayamos a dirigirnos determinará las herramientas más apropiadas.
- Estilos de aprendizaje. Cada persona tiene una particular forma de resolver el conflicto cognitivo. Por ejemplo, autores como Peter Honey y Alan Mumford defienden la existencia de cuatro estilos (activista, reflexivo, pragmático y teórico). Dicho esto, es evidente que debemos hacer lo posible por incorporar estrategias didácticas que cubran el amplio espectro de estilos de aprendizaje existentes.
En resumen, que en este afán del ser humano por simplificar las cosas, a menudo en el sector de la formación tendemos a ignorar una serie de matices que son los que en última instancia dan o quitan sentido a una determinada propuesta formativa. Por tanto, prestemos atención a los detalles
En mi propia casa como en la ajena, he creído sentir que la poesía, al penetrar en la palabra, la descompone, la abre como un capullo a todos los matices de significación. José Gorostiza (1901-1973)